18 de octubre de 2013

El milagro del Baloncesto Español

Calderòn , Claver, Fernàndez, Rubio y Marc Gasol 
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Troter 67 agradece la Colaboraciòn Especial de Eduardo Tonella. 
Publicado por EL PAIS  
Por Juan Manuel López Iturriaga
Septiembre 2013
El verano próximo se cumplen 30 años desde que nos colamos en la final de uno de los deportes olímpicos por excelencia. En un escenario mítico como el ya desaparecido Forum de Los Ángeles, la selección española de baloncesto sorprendió incluso a su propio país, que la acompañó entre extrañado y alborozado durante unas cuantas calurosas madrugadas de agosto. Nuestra aventura terminó subidos al podio y de forma instantánea nos ganamos un sitio en la historia del deporte español. No es de extrañar, pues estamos hablando de unos tiempos en los que España empezaba a desempolvar telarañas y quitarse múltiples complejos de encima, no solo deportivos. Mientras unos cuantos millones de españoles trasnochaban para compartir en casas, chiringuitos o discotecas aquel éxito que no estaba en el guion, Pau Gasol, Juan Carlos Navarro o Felipe Reyes dormían plácidamente en sus camas. Tenían cuatro años.
Casi tres décadas después, ese deporte español acomplejado y casi huérfano de triunfos ha dado paso a una catarata de éxitos que puede considerarse hasta un milagro, más si tenemos en cuenta la situación general del país. Uno de sus colectivos más representativos es, sin duda, la selección de baloncesto, que en estos días participa en el Campeonato de Europa. No es para menos. El palmarés atesorado en los últimos 12 años resulta impresionante (ocho medallas, dos oros europeos y dos platas olímpicas incluidas) no solo por lo conseguido, sino por la meritoria duración del triunfal ciclo, lo que le ha convertido en uno de los equipos más grandes de la historia. Si lo difícil no es llegar, sino mantenerse, España, con este extraordinario ejercicio de longevidad, ha conseguido el más difícil todavía.
Al haber sido afortunado componente de los pioneros y espectador privilegiado de esta última década prodigiosa, muchas veces me han cuestionado sobre similitudes y diferencias entre ambos colectivos. Dejando a un lado cuestiones obvias, como que ahora son más fuertes, más rápidos, ganan mucho más dinero y no tienen que jugar con unos pantalones que ponían en peligro tu capacidad reproductora, existen paralelismos entre ambos colectivos. Empezando por el escenario de su gestación. Tanto a finales de los setenta como en los últimos coletazos del siglo XX, la selección española de baloncesto atravesaba tiempos difíciles. En nuestro caso acababa de descender a segunda división europea; en el otro, la década de los noventa había sido en general calamitosa, Angolazo incluido. Entonces surgieron dos generaciones de jóvenes jugadores que ya contaban con unos cuantos éxitos en categorías inferiores. La del 58-59 y la del 8081. Jugadores que nos conocíamos desde los 13-14 años, que habíamos competido juntos y enfrente las suficientes veces como para conocernos al dedillo y poseer un alto voltaje competitivo. Poco a poco, esta sangre nueva y desinhibida se fue incorporando a la selección absoluta y basta un ejercicio numérico para entender su importancia. En el equipo de Los Ángeles, siete jugadores pertenecían a la camada del 58-59. En la selección que dio el salto definitivo con su triunfo en el Mundial de Japón, otros tantos habían nacido en el 8081. En ambas situaciones y con una sólida base generacional, los equipos se completaron con algunos veteranos y se rejuvenecieron con nuevas apariciones. Se produjo una parecida y conveniente combinación intergeneracional que conformó dos colectivos muy cohesionados.
La selección es un modelo de solidaridad, humildad y respeto no exento de ambición.
Otro elemento común lo encontramos en la columna vertebral. Estamos hablando de baloncesto, y la teoría dice que sobre un base, un alero y un pívot puedes edificar lo que quieras. La España de Los Ángeles se articulaba a partir de Corbalán, Epi y Fernando Martín. La actual se explica a través del triunvirato Calderón, Navarro y Pau Gasol. Sobre tres pilares tan consistentes en aspectos fundamentales como la dirección, el juego exterior y el interior, la solidez queda garantizada y el resto de las piezas pueden encajar con mayor facilidad y sin provocar excesivas tensiones. Contar con tres jugadores que compartían diferentes tareas de liderazgo de una forma armónica y sin solaparse lograba que el equipo se sostuviese en cualquiera de las situaciones. Pero, estructuras temporales y arquitectónicas aparte, entiendo que ambos equipos comparten cosas más importantes. Lo comprendí una tarde del verano de 2006, durante la retransmisión de un partido de la selección española de baloncesto en el Mundial de Japón, cuando me asaltó una extraña sensación. Llevaba ya 16 años retirado y hasta ese momento nunca había tenido ninguna clase de añoranza deportiva. Aquel día, y por primera vez, deseé que mi sitio no estuviese donde estaba, y eso que tenía el privilegio de sentarme al lado del incomparable y siempre recordado Andrés Montes disfrutando cada minuto de su peculiar universo. Pero yo quería estar abajo, en la pista. La inesperada pulsión me pilló desprevenido y tardé un rato en entender su porqué. En aquel colectivo que caminaba, aun sin saberlo, hacia la cima del mundo, reconocía muchas de las cosas que yo había vivido y disfrutado. Y no estoy hablando solo del juego, que también, pues su estilo alegre y vivaz recuperaba señas de identidad que tuvo el baloncesto español en los tiempos en los que lo practiqué. Detrás de un entendimiento del baloncesto más enganchado con el disfrute colegial que con las exigencias técnicas y tácticas de la alta competición se vislumbraba el placer de encontrarse, el disfrute de la convivencia, las risas compartidas, el respeto a la diversidad, el talento puesto al servicio del equipo, las partidas de cartas, alguna que otra fiesta; en definitiva, el gusto por el juego y la convivencia. Esas cosas que no se entrenan, sino que se viven y luego se convierten en un invisible pegamento que convierte a un grupo de jugadores en un equipo. Todo aquello vi, todo aquello eché de menos.
Evidentemente existen otros baremos donde la comparación resulta hasta insensata. La duración y botín conseguido no admite debate. Tampoco su alcance e impacto. Fernando Martín, nuestro elemento más mediático, tenía problemas para tomarse una cerveza tranquilamente en un bar madrileño. Pau Gasol no puede hacerlo con calma ni en una aldea remota de China. El afán competitivo se ha multiplicado de forma exponencial. Aun teniendo amplitud de miras, nuestros sueños tenían límite. Los de esta generación han ido cayendo uno a uno. La NBA, territorio casi prohibido, es ahora lugar común para un buen número de jugadores. Nosotros llegamos a una final olímpica contra un equipo universitario y a casi nadie se nos pasaba por la cabeza el poder derrotarles. Hace cinco años en Pekín y el año pasado en Londres, la España actual tuvo los arrestos suficientes para provocar un sofoco en los dos equipos más potentes que EE UU ha colocado en una cancha de baloncesto, Dream Team aparte. Y no ganaron de milagro. Nosotros fuimos una excepción, un oasis en el desierto. Los ÑBA son una consecuencia, el mejor signo de los tiempos deportivos actuales. A partir de Japón, la selección actual se convirtió en un modelo a imitar, una referencia incluso planetaria, una clase práctica de cómo se construye y mantiene un equipo, una exaltación de valores siempre recomendables como la solidaridad, la humildad y el respeto nunca exento de ambición, el buenrollismo, la adecuada convivencia de importantes egos, la mejora continua individual y colectiva. Su influencia alcanzó incluso al fútbol, que, a imagen y semejanza de la selección de baloncesto, vivió una importante transformación alejándose de viejos personalismos para acercarse a una idea mucho más coral. Y ya hemos visto los resultados.
En definitiva, que siendo exponentes de las dos épocas cumbres del baloncesto español y con unos cuantos elementos comunes, la balanza se desequilibró hace ya unos cuantos años. Si nosotros tenemos un hueco en la historia, la generación actual cuenta con una habitación entera.
Nota de Troter67.- La apariciòn de España como potencia del Basquetbol viene de la Medalla de Plata lograda en los Juegos Olìmpicos de Los Angeles de 1984.  

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