Pat Riley, que ha conseguido juntar en Miami a Lebron James, Chris Bosh y Dwyane Wade, intenta acabar con el dominio de Los Ángeles Lakers
Por: Oviedo, Mario RODRIGO
De Lne.es Deportes
En la década de los ochenta del siglo pasado, una figura engominada e impecablemente trajeada se erguía delante del banquillo de Los Ángeles Lakers, conduciendo al equipo angelino a la élite de la NBA con un estilo de juego que dejó un sello propio, el «showtime». Veinticinco años después, el mismo personaje, con muchas más arrugas pero idéntica querencia por el fijador de pelo y la ropa cara, conspira desde un despacho para derribar el proyecto de dinastía del equipo de Kobe Bryant y Pau Gasol, el campeón de los dos últimos años. La vida da muchas vueltas para Pat Riley, el hombre que ha provocado el mayor terremoto de la historia de la NBA al lograr reunir en los Miami Heat a tres «all star» como Lebron James, Dwyane Wade y Chris Bosh. Su objetivo, establecer un nuevo orden en la liga profesional estadounidense.
Hacía tiempo que el verano de 2010 estaba marcado en rojo en las agendas de los directores de operaciones de las franquicias americanas. El pasado 30 de junio expiraban los contratos de jugadores etiqueta negra, como los citados James, Wade y Bosh; Dirk Nowitzki, Amare Stoudemire, Joe Johnson o Carlos Boozer, entre otros.
La pieza más codiciada, sin lugar a dudas, era el conocido como «King James», la máquina física más perfecta que ha evolucionado jamás por una cancha de baloncesto. Los Cleveland Cavaliers soñaban con envolver en su renovación sus sueños de conseguir un título, mientras que otras franquicias suspiraban por encontrar un motivo para dejar atrás su depresión, léase los New York Knicks o los New Jersey Nets, recientemente adquiridos por el millonario ruso Mikhail Prokhorov.
Al final, tras muchas especulaciones, los propios jugadores llegaron a un arreglo: Dwyane Wade renovaría su compromiso con Miami y Bosh se le uniría sobre la marcha. Lebron James, en una situación sin precedentes en el mundo del deporte profesional, esperó a un «show» televisivo en la ESPN para desvelar que su destino también estaba en Florida. Los tres habían decidido renunciar a un buen puñado de millones de dólares con tal de formar un núcleo capaz de ganar el anillo.
Mientras en Cleveland los fans quemaban las camisetas con el número 23 de su paisano (Lebron es natural de Akron, Ohio) y lanzaban piedras contra el enorme cartel publicitario de diez pisos que existe en la ciudad con la imagen de James y la leyenda «Todos somos testigos», Riley seguía moviéndose en las oficinas de los Heat para sumar al proyecto al alero Mike Miller y al pívot Zydrunas Ilgauskas. Y parece ser que no serán los últimos.
Al otro lado de Estados Unidos, en Los Ángeles, los Lakers simulan no estar preocupados. Los médicos han dado el visto bueno a que Phil Jackson dirija otra temporada al equipo pese a su maltrecha espalda, y el veterano técnico ha conseguido renovar a Derek Fisher y cambiar a Jordan Farmar, un base que nunca le gustó, por un Steve Blake mucho más solvente.
Los demás equipos de pesca en el mercado se han tenido que conformar con los premios de consolación. Los Knicks incorporan a Amare Stoudemire, de los Suns; los Celtics, a Jermaine O´Neal, de los Heat; los Bulls, a Carlos Boozer, de los Jazz; los Warriors, a David Lee, de New York; y Utah, a Al Jefferson, de Minnesota. Por su parte, los Mavericks han renovado a Nowitzki, los Celtics a Paul Pierce y Ray Allen, Oklahoma a Kevin Durant y Atlanta a Joe Johnson. Suficientes alicientes para convertir la próxima temporada en la más apasionante de los últimos años.
Hacía tiempo que el verano de 2010 estaba marcado en rojo en las agendas de los directores de operaciones de las franquicias americanas. El pasado 30 de junio expiraban los contratos de jugadores etiqueta negra, como los citados James, Wade y Bosh; Dirk Nowitzki, Amare Stoudemire, Joe Johnson o Carlos Boozer, entre otros.
La pieza más codiciada, sin lugar a dudas, era el conocido como «King James», la máquina física más perfecta que ha evolucionado jamás por una cancha de baloncesto. Los Cleveland Cavaliers soñaban con envolver en su renovación sus sueños de conseguir un título, mientras que otras franquicias suspiraban por encontrar un motivo para dejar atrás su depresión, léase los New York Knicks o los New Jersey Nets, recientemente adquiridos por el millonario ruso Mikhail Prokhorov.
Al final, tras muchas especulaciones, los propios jugadores llegaron a un arreglo: Dwyane Wade renovaría su compromiso con Miami y Bosh se le uniría sobre la marcha. Lebron James, en una situación sin precedentes en el mundo del deporte profesional, esperó a un «show» televisivo en la ESPN para desvelar que su destino también estaba en Florida. Los tres habían decidido renunciar a un buen puñado de millones de dólares con tal de formar un núcleo capaz de ganar el anillo.
Mientras en Cleveland los fans quemaban las camisetas con el número 23 de su paisano (Lebron es natural de Akron, Ohio) y lanzaban piedras contra el enorme cartel publicitario de diez pisos que existe en la ciudad con la imagen de James y la leyenda «Todos somos testigos», Riley seguía moviéndose en las oficinas de los Heat para sumar al proyecto al alero Mike Miller y al pívot Zydrunas Ilgauskas. Y parece ser que no serán los últimos.
Al otro lado de Estados Unidos, en Los Ángeles, los Lakers simulan no estar preocupados. Los médicos han dado el visto bueno a que Phil Jackson dirija otra temporada al equipo pese a su maltrecha espalda, y el veterano técnico ha conseguido renovar a Derek Fisher y cambiar a Jordan Farmar, un base que nunca le gustó, por un Steve Blake mucho más solvente.
Los demás equipos de pesca en el mercado se han tenido que conformar con los premios de consolación. Los Knicks incorporan a Amare Stoudemire, de los Suns; los Celtics, a Jermaine O´Neal, de los Heat; los Bulls, a Carlos Boozer, de los Jazz; los Warriors, a David Lee, de New York; y Utah, a Al Jefferson, de Minnesota. Por su parte, los Mavericks han renovado a Nowitzki, los Celtics a Paul Pierce y Ray Allen, Oklahoma a Kevin Durant y Atlanta a Joe Johnson. Suficientes alicientes para convertir la próxima temporada en la más apasionante de los últimos años.
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