¿Qué
es el éxito? Éste quizás tiene muy poco que ver con lo que te imaginas.
No
se debe a la sangre heredada; a la escuela donde estudiaste ni a los títulos
que obtuviste. Tampoco se debe a las dimensiones de tu casa o de cuántos autos
caben en tu estacionamiento. No se trata de si eres jefe o subordinado; o si
eres miembro prominente de clubes sociales. No tiene que ver con el poder que
ejerces, si eres un buen administrador, o si hablas bonito. No se debe a la
ropa que usas, ni a los grabados que mandas bordar en tus trajes, o si después
de tu nombre pones las siglas deslumbrantes que definen tu estatus social. No
se trata de si eres emprendedor, hablas varios idiomas, si eres atractivo,
joven o viejo; tampoco a la tecnología que empleas.
El éxito se mide de acuerdo a cuánta gente te
sonríe, a cuánta gente amas y cuántos admiran tu sinceridad y la sencillez de
tu espíritu.
Se
trata de si te recuerdan cuando te vas. Se refiere a cuánta gente ayudas, a
cuánta evitas dañar y si guardas o no rencor en tu corazón. Se trata de que en
tus triunfos estén incluidos tus sueños. De si tus logros no hieren a tus
semejantes. Es acerca de tu inclusión con otros, no de tu control sobre los
demás. Es sobre si usaste tu cabeza tanto como tu corazón, si fuiste egoísta o
generoso, si amaste a la naturaleza y a los niños y te preocupaste de los
ancianos. Es acerca de tu bondad, tu deseo de servir, tu capacidad de escuchar
y tu valor sobre la conducta.
No
es acerca de cuántos te siguen, sino de cuántos realmente te aman. No es acerca
de transmitir, sino cuántos te creen si eres feliz o finges estarlo.
Se trata del equilibrio de la justicia que conduce al bien tener y al bien estar. Se trata de tu conciencia tranquila, tu dignidad invicta y tu deseo de ser más, no de tener más. ¡Eso sí que es éxito!
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